Sobre Mi:

«Siempre estamos a tiempo de tomar la decisión de cambiar y de mejorar nuestras vidas y a nosotros mismos»

A los 26 años solo dormía con somníferos, me levantaba con café y tenía crisis alérgicas que me mantenían en cama una semana. Los médicos me aliviaban pero nada me curaba”.

Mi historia de amor con la alimentación empieza a mis dos años, cuando me revelé creando una intolerancia a la lactosa. Aquello fue un drama familiar, porque entonces, parecía que ni los médicos podían ofrecer alternativas a que una niña ingiriera calcio más allá de beber leche. Decidme, ¿cómo puede la leche de vaca llevar calcio si no toman leche? Exacto, la hoja verde es una gran fuente de calcio. Pues bien, aunque mis padres eran amantes de la naturaleza, la alimentación sana y técnicas alternativas de medicina natural, a nadie se le ocurrió ese juego mental que me habría ahorrado dolores de barriga durante toda mi infancia: darme más hoja verde y menos (o nada) de lactosa.

Tras llegar al pacto de comer  queso para contentar a todos , alcancé la adolescencia preparada para una nueva revolución: comer todo aquello que estaba prohibido en casa. Ya sabéis: frankfurts bañados en ketchup, pizzas oleosas prefabricadas, hamburguesas de carne desconocida y otras ofertas del súper que conseguían que mantuviera mi cocina limpia usando el microondas para la comida exprés de calentar y engullir.

Me alejé de todo lo que mi padre y mi madre se habían encargado de enseñarme con la cocina sana y natural para buscar mi alternativa en el extremo opuesto llevando a mi cuerpo al límite”.

Trabajando los siete días de la semana y comiendo fuera de casa, incapaz de conciliar el sueño sin somníferos o abrir los ojos sin un buen chute de café, me olvidé de aquello que me habían regalado mis padres: la conexión con la naturaleza. Así, me planté en mis 30 sufriendo crisis alérgicas que me dejaban en cama una semana. La mejor noticia que los médicos podían darme me la dieron: entrar en un súper programa de vacunación para pincharme una vez al mes y probar si mejoraba.

Esa fue mi alarma definitiva. Dejé mi trabajo y volví a lo que sabía que me había hecho bien: la naturaleza y la comida sana. Los alimentos ecológicos y los postres saludables de mi madre. La cocina con amor del detalle y de la salud. Me di una oportunidad como me encanta hacer con los objetos y muebles que no puedo evitar comprar en los mercadillos y restaurar en casa.

Empecé el camino formándome, un camino que sé que no acaba nunca. Los últimos años de mi vida he estado estudiando en IFP Roger de Llúria Dietética Naturista y Oriental y Cocina Terapéutica. En la escuela de Montse Bradford obtuve el título de profesora en Alimentación Energética. Realicé la Inmersión en el Crudiveganismo en Crudivegània escuela de alimentación viva y consciente. Este año he finalizado  un Postgrado en la Universidad de Barcelona sobre Coaching Nutricional con nuevos enfoques . Es verdad que soy muy perfeccionista y cuando me pongo en algo necesito responder todas mis preguntas, pero también he de decir que una gran motivación es aprender para acompañar mejor a todas las personas que venís a mí para dar el salto a la vida sana a través de la alimentación consciente.

Actualmente ofrezco consulta privada de coaching nutricional y talleres de chef coaching que resume mi activismo alimentario para aquellas personas que creen que la salud está en lo que comes.  Hago lo que hago porque me di cuenta que era necesario. Lo vi mientras trabajaba en una dietética, donde veía como muchas personas se les hacía difícil cambiar de alimentación.

«Eliminemos la incoherencia de ser vegetariano y vegano comiendo procesados envasados»

Algunas venían por recomendación médica, otras por iniciativa propia, pero en ambos casos tenían algo en común era: la decisión de dar el salto a una vida llena de confianza y energía.

Hoy en día vivo en plena naturaleza, cultivo mi huerto y paseo cada día con mis perros por el campo. Estudio  y me escucho para poder acompañaros en el salto que estáis a punto de dar hacia la salud.